Ayer escribí en una hoja de papel el dolor que me tienta, el dolor que me amedrenta, escribí todas mis desolaciones con lápiz grafito, luego tomé el borrador para borrar todo lo que había escrito, sin embargo no pude borrar el dolor ni las desolaciones que aun se alojan en mi corazón. Papá, este día creo que se hizo para ti, aunque pienso que lo hicieron más para mí, es justamente el reflejo de lo que siento y como me siento… este día gris, con tintes de no mejorar pronto, es justamente el paseo por el recuerdo de aquel gris 15 de octubre de 1990, cuando abrí la puerta, te vi dormido en el mueble de la sala y de ahí nunca te volviste a despertar y alzaste tus alas.
Hoy quiero cerrar los ojos y de una mágica manera, quisiera que te aparecieras, que me dieras, el abrazo que algún día pediste que te diera. Juro por mi madre, que si te veo tan solo un segundo, le robaría fuerza al mundo y me iría acompañado de un suspiro profundo.
Podría faltarle el respeto al alfabeto, podría usar otro tipo de libreto, sin embargo, no creo que se quite el recuerdo y la virtud, de haberte visto con los ojos cerrados en un ataúd.
Sé que no te gusta que llore como un niño, que me encierre solo en mi cuarto y te pida muestras de cariño, que vague por el mundo con la esperanza de encontrarnos, y darnos un abrazo fuerte hasta que no podamos soltarnos.
Si de algo sirve este escrito, quiero que sepas que aun en el infinito, podría jurar que siempre te pintaré en mis bocetos, y que siempre escuchare tu voz diciendo “¿Dónde esta mi careto?”